A través del correo electrónico, me ha llegado esta breve narración que, por su sencillez y su mensaje pedagógico, quiero compartir con todos. Se trata de uno de esos cuentos, de corte oriental, donde un sabio ofrece una enseñanza a alguien que se le acerca con una pregunta, en este caso, un samurái, un aguerrido guerrero japonés. Lo interesante de la narración, no es que el sabio responda, que lo hace, sino la forma en que da la respuesta, haciendo que el samurái sienta en su interior el objeto de su pregunta y que descubra, también en sí mismo, la respuesta, lo que constituye la clave para que el guerrero cambie de vida. He aquí el cuento:
El Samurái
Un aguerrido samurái fue a visitar a un anciano sabio para exponerle una duda que le atormentaba desde hacía mucho tiempo.
— Señor –dijo–, me hallo aquí porque necesito saber si existen el cielo y el infierno.
— ¿Quién lo pregunta? –dijo el sabio.
— Un samurái –respondió orgulloso el guerrero.
— ¿Y tú con este aspecto eres un samurái? Seguro que no eres más que un necio y un cobarde.
El samurái, encolerizado, desenvainó al pronto el sable, momento en el que el sabio dijo:
— Ahora se están abriendo las puertas del infierno.
El samurái tuvo un punto de comprensión clara y recuperó el sosiego, a
la par que enfundaba, avergonzado, el sable, y el sabio aseveró:
— Ahora se están abriendo las puertas del cielo.
El samurái hizo una solemne reverencia ante el sabio y dijo:
— Gracias, señor, habéis contestado a mi pregunta con enorme sabiduría.
El samurái dejó su oficio y vivió en paz.
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Más allá de la pregunta concreta del samurái sobre el cielo y el infierno y estando de acuerdo en que tenemos la libertad para decidir hacer de nuestra vida un camino de bondad o de maldad, lo importante del relato, a mi entender, es el recurso del sabio de poner a su interlocutor en la situación vital de comprender su enseñanza porque le hace vivirla. De este modo, el samurái no necesita muchas explicaciones para entender que la respuesta a su pregunta está en la decisión vital que tome sobre su vida: ser violento o buscar la paz. Y quien se hace este tipo de preguntas, está en el camino de búsqueda de la felicidad, por lo que la opción es clara: "dejó su oficio y vivió en paz".
Ojalá los cristianos supiéramos poner a los que nos preguntan en situación de comprender en sí mismos la riqueza del evangelio y del mensaje de Jesús. Para ello, habrá que empezar por vivirlo en nuestra vida cotidiana para que alguien se sienta interpelado y en situación de búsqueda, para que decida acercarse a preguntar... Todo un reto.
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