Hoy, 28 de diciembre, decimos popularmente que "es el día de los inocentes", el día en que parece que hay permiso total para gastar bromas a todo el que se nos ponga por delante para, posteriormente, llamarle "inocente, inocente" con total impugnidad y sin que la persona agraviada y vilipendiada por la broma tenga derecho a la queja o el exabrupto, quedándole únicamente el recurso a la cruel venganza con otra broma, a ser posible, peor que la recibida. Así, parece ser que no nos queda otra salida que seguir la cadena de bromas y, por tanto, incidir en una actitud inmadura, del recurso al pataleo, del "y tu más", con el peligro de caer en el mal gusto y de incitar a una respuesta violenta, que, por otra lado, no estaría bien vista porque "hoy es el día de los inocentes" y toda broma está permitida.
Tan institucionalizada está la cuestión que, desde hace unos años, se hacen programas de televisión para poder "reirnos" de las bromas que sufre la gente, de la cara que se le queda al descubrir que es una broma y de la impotencia que se muestra al tener asumido que, en este día, hay que aceptar cualquier broma. Y los hay, incluso, que aprovechan la fiesta para lucrarse o para felicitar especialmente este día, al margen del verdadero sentido y origen de la festividad.
¿Quiénes fueron los Santos Inocentes?
Hay ocasiones que los propios alumnos, en clase, se extrañen de esta fiesta en el santoral cuando es un día en que la gente se dedica a gastar bromas. En los años que llevo de docente ya lo he explicado varias veces, así que hoy es una buena oportunidad para traer aquí dicha explicación. Entonces,... ¿quiénes fueron los Santos Inocentes?, ¿a quiénes se refiere esta fiesta del santoral cristiano? Con este nombre, la Iglesia recuerda y conmemora a los Niños Inocentes que el cruel Herodes mandó matar para intentar asegurarse su permanencia en el trono de Israel al asesinar al Mesías.
Masacre de los Inocentes (Peter Rubens) |
Según señala el Evangelio de San Mateo,
Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles el lugar
exacto en que iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los
profetas (Mt 2, 4 - 6). Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén, pues así lo
anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor
entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el
pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1).
Entonces Herodes se propuso averiguar
dónde estaba exactamente el niño, para poder mandar a sus soldados que lo mataran. Y fingiendo dijo a los Reyes Magos: "Vayan y averigüen
acerca de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me informan,
para ir yo también a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por
la estrella que se les apareció al salir de Jerusalén, y
llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen
María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro,
incienso y mirra. En sueños recibieron el aviso divino de que no
volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otro camino (Mt 2, 7 - 12), y el
pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto
lo enfureció hasta el extremo, por lo que rodeó con su ejército la
pequeña ciudad de Belén, y dio la orden de matar a todos los niños
menores de dos años, en la ciudad y alrededores (Mt 2, 16).
El mismo evangelista San Mateo
afirma que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta
Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la
esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque
ya no existen" (Jer. 31, 15; Mt 2, 17s).
Virgen con Niño circundada por Inocentes (Rubens) |
Por tanto, en esta fiesta, la Iglesia está recordando a aquellos niños inocentes, que no tenían ninguna culpa para recibir la muerte y su único "delito" fue nacer en un lugar y en un momento en que el egoísmo humano se iba a cebar cruelmente con ellos. La Iglesia ha dado a la celebración de los mártires inocentes un puesto privilegiado, pues tiene lugar en los días sucesivos a la Natividad, justo detrás de la celebración del martirio de San Esteban (26 de diciembre) y de San Juan apóstol y evangelista (27 de diciembre), siendo los Niños Inocentes, junto con sus predecesores, "escoltas de Cristo" en el santoral.
En cuanto a la celebración litúrgica, la fiesta está atestiguada para toda la Iglesia desde el siglo VI, sin
embargo, es anterior. Es mencionada por distintos escritores
eclesiásticos, entre ellos san Agustín, y aparece también en la
enumeración del Martirologio de san Jerónimo. Sin embargo, según parece,
antes de evocarse a los niños inocentes de Belén, esta fiesta evocaba,
como compañeros de Cristo, a los niños que habían sido recientemente
bautizados y habían muerto, y por tanto posiblemente en su origen no
tuvo relación con los Inocentes de Belén. El Martirologio Jeronimiano
habla vagamente de «natale sanctorum infantium et lactantium»,
«nacimiento [en el cielo, es decir, muerte] de los santos infantes y
lactantes», y en parecido sentido parece que se pronuncia san Agustín en
algunos sermones.
Sea uno u otro acontecimiento el que se sitúa en el origen de la fiesta, lo que sí está claro es que nada tiene que ver con el sentido burlesco, desenfadado e irreligioso con el que lo vive mucha gente en nuestra sociedad occidental actual. Desde la fe, este día puede ser vivido como una buena ocasión de hacer agradable la vida a los que nos rodean, pensar en ellos antes que en uno mismo e ir desterrando las actitudes egoístas que se puedan tener. Pongámonos en el lugar de los Santos Inocentes y sus padres y tengámoslos presentes en cualquier necesidad que pueda surgir a nuestro alrededor, en desagravio del mal producido por el egoísmo de quien sólo se fija en sus propios intereses.
Para saber más
A la hora de realizar esta entrada, la información la he obtenido, principalmente, de los siguientes enlaces, que se pueden consultar para ampliar la información:
- Portal "Evangelio del día".
- Portal "El testigo fiel".
- Portal "Catholic.net".
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