Parafraseando el bonito deseo de Charles Spurgeon, yo lo cambiaría diciendo: "Que la principal lección de tu vida la enseñe tu conducta". En estos momentos, de final de vacaciones y próximo comienzo de un nuevo curso, sería interesante, para los que somos profesores, empezar a cargarnos de ilusión y ganas por comenzar las clases, por recuperar el contacto con los alumnos y mirar el curso con alegría y confianza.
Por delante tenemos todo un año de oportunidades para transmitir conocimientos y vida a nuestros alumnos. No concibo la educación sólo como una mera transmisión de saberes, sino, sobre todo, como el medio para desarrollar capacidades y conocer las opciones de vida que la sociedad ofrece a los jóvenes, para que ellos puedan elegir libremente por donde debe ir la vida feliz que anhelan sus corazones. Y para ello, es necesario que el profesor no sólo conozca la materia que imparte, sino que es fundamental que también la viva apasionadamente y la lleve a la práctica en su vida y en su relación con sus alumnos. Así, ellos podrán reconocer la verdad de sus afirmaciones, darles confianza y, quizás, llevar esas enseñanzas a su vida.
Para la asignatura de Religión, el comienzo del curso es una nueva ocasión para renovar la vocación del profesor por la enseñanza y la apertura, no sólo a la fe y al evangelio, que eso se da por supuesto, sino, y fundamentalmente, la apertura y el afecto hacia todos sus alumnos, sin excepción.
¡¡FELIZ CURSO PARA TODOS!!
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