Un corazón que no ama, que no siente con pasión, se acomoda, asume la realidad y no intenta cambiarla... Un corazón así, ha quedado adormilado y sólo subsiste siguiendo la inercia biológica de su ritmo cansino.
Por el contrario, un corazón que ama y que es apasionado, es inconformista, busca respuestas que apaguen su sed de saber, su sed de bien, su sed de felicidad. Es activo, dinámico, cambia de ritmo, prueba nuevos caminos, nuevas formas, nuevas salidas y, cuando da con la clave y obtiene verdaderas respuestas, se entrega en cuerpo y alma, aunque le cueste la vida, y comparte su descubrimiento, su creación, porque un corazón que ama es un corazón que crea y lo hace, no para sí mismo, sino para los demás.
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